Apunte nº 59
MATRIMONIO EN PECADO
Todos pueden invocar Tu misericordia,
Solo nosotros estamos sujetos únicamente en Tu justicia,
Porque nuestra vida estuvo junto a Tu vida,
Porque nos tocó ser promulgadores, interpretes y guardianes de Tu ley
(Coro de los sacerdotes, del libro “El juicio Universal”, de Giovanni Papini)
Esta historia ocurrió en el cuartel de la Guardia Civil de Calatañazor. La infeliz protagonista es una joven de veintisiete años, que vivía con un guardia civil, que enfermó gravemente y murió. Hay otro protagonista, el párroco Manuel Roa, que tuvo que actuar en una situación delicada, suponemos que, con piedad, pero obligado por las normas eclesiásticas.
En Calatañazor había un cuartel de Guardia Civil que perduró hasta bien entrado el siglo XX, coexistiendo con el de Valdealvillo. (1) El cuartel es la casa de la foto.
Antiguo cuartel junto al patio de la escuela
LA HISTORIA
Antonia Torres vino a vivir a Calatañazor a primeros de enero del año de 1876. Se empadronó conjuntamente con el Guardia Civil Tiburcio López. Ambos estaban casados civilmente según sus declaraciones. Antonia era de Estepona (Málaga), tenía 27 años, y Tiburcio era del pueblo soriano de Casarejos. Vivían en la calle de Las Cuatro Esquinas n.º 31. Murió a finales de este mismo mes de enero.
Era de dominio público en Calatañazor que Antonia era viuda, y lo era de Pedro Ruiz Silva, pero no estaba casada “como se debía” con Tiburcio .
Para entender esta situación es preciso aclarar que el matrimonio civil en España era una situación legalmente excepcional a partir del año de 1875, pero posible, con la condición de que la pareja declarase no profesar la religión católica, y para los viudos que hubieran pasado 301 días del fallecimiento de su cónyuge. (2) Pero por estos lugares solo se aceptaba pasar por la Iglesia como siempre se había hecho.
En el pueblo se empezó “a decir y hacerse público” que la pareja no estaba casada cristianamente, sino solo civilmente. Esto suponía un escándalo público inaceptable, una idea liberal, que mezclaba lo civil y lo religioso, y que la Iglesia ni soportaba ni controlaba. Control sobre las personas, que ya no era aquel de principio de siglo, pero que seguía parecidos métodos, como podían ser: control sobre lo que se enseñaba en la escuela, las amenazas con la excomunión por compraventa de bienes del clero, las penas del purgatorio, el permiso para trabajar los días festivos previo pago de cuota económica por el concejo, etc. Los fieles ya apenas hacían mandas testamentarias con bienes para la Iglesia, limitándose a poner en los testamentos “lo que estimen mis hijos,” que solía ser una misa, plegaria, añal y candela. (3)
El cura Manuel Roa y los vecinos les hicieron entender a Tiburcio y a Antonia la obligación de no cohabitar. Los guardias civiles también lo hicieron, pues no era conveniente para la seriedad y autoridad que se les suponía, ya que representaban el orden. Por otra parte los excusaban por la inmovilidad de Antonia debido a su enfermedad y porque realmente y legalmente estaban casados.
Ocurrió que se agravó la enfermedad de Antonia y viéndose en este trance, pidió los Santos Sacramentos. El cura le recordó que vivía en pecado permanente y que no había contrición, por lo tanto. Ella manifestó que estaba dispuesta a todo lo que se le mandase para morir cristianamente, pero en el estado en que se encontraba era imposible hacer la separación, pues ella no podía moverse sola, y suponemos que no tenía más familia que su pareja. El médico que la atendía, D. Urbano López manifestó que si se le movía “se podía con concluir con ella”. Lo mismo pensaban todas las personas que la vieron en su cama. El cura entendía que esta separación era imposible al “no salirse el cómplice” de la vivienda. El comandante del puesto fue presionado para que no vivieran juntos y que el picoleto fuese al cuartel. Este se excusaba diciendo que no lo podía hacer sin orden de sus jefes superiores.
Don Manuel, no sabemos cómo, consulto con el obispo, y lo hizo de forma urgente, para que le dijera como actuar. Y lo indicado fue que la enferma debía realizar un acta de reconocimiento, arrepentimiento, y promesa futura de no cohabitar. Esta acta se haría pública para “superar el escándalo” y después vendría la confesión.
Ella, no teniendo más remedio y viéndose en las últimas accedió a realizar un acta que se redactó previamente y que “con su beneplácito se leyó en el acto de administrarle el Sagrado viático, en presencia de parte del pueblo que asistía”
Decía así:
“Acta de lo que ocurrió antes de administrar los Santos Sacramentos a Antonia Torres, dirigida a reparar el escándalo público de la unión anticristiana que ha tenido viviendo en concubinato con Tiburcio López.
En la Villa de Calatañazor a veintinueve días del mes de enero de mil ochocientos setenta y seis, Antonia Torres, domiciliada en esta Villa, casa cuartel de la Guardia Civil, natural de Estepona, provincia de Málaga , estando enferma con gran peligro de muerte, postrada en cama, y en la imposibilidad física de poderse mover, ni ser movida en la casa que se encuentra sin peligro eminente de exponerse a concluir con su poca salud, según consejo del medico que la asiste D. Urbano Lopez, y según parece a todos los que hoy la ven en la cama, llamó al Sr cura Parroco de esta Villa Dº Manuel de Roa y le dijo que quería confesarse y prepararse para morir como cristiana, se reconocia y confesaba públicamente que había vivido malamente contra lo que manda nuestra madre Iglesia respecto al sacramento del Matrimonio, que sin recibir este sacramento instituido por Nuestro Redentor Jesuscristo, hacía vida con Tiburcio López, que deseaba repara el escándalo que había dado, que si Dios le concedia salud, la primera obra que hará será apartarse de la casa en que habite el hombre con el hombre que ha vivido tan anticristianamente, y por ultimo dijo, que ya que no podía hacer ahora todas estas cosas, queria y deseaba se hiciere notoria y publica esta resolución y promesa por los que estaban presentes, que lo son ella no firma porque no sabe ni puede. Párroco Manuel Roa- Urbano López, médico titular - Gregorio Lapeña García- Alonso Melendez Blanco- José Gonzalez García”
Era costumbre tañer las campanas mientras se daba la extremaunción con el fin de que los fieles rezasen por el enfermo.
Antonia Torres murió a las ocho de la mañana del día siguiente, 30 de enero, y se enterró el día siguiente habiendo recibido todos los Santos Sacramentos y demás auxilios espirituales. Su enfermedad fue una pulmonía.
El marido,Tiburcio López, que no estuvo en la lectura del acta, pidió expresamente misa de entierro y sepultura cristiana.
EPÍLOGO
El cura, del que no dudamos de su compasión cristiana y el deber de asistir espiritualmente a los enfermos, tenía el dilema de dar la comunión y los oleos a una persona que vivía en pecado. El tema daba morbo y era motivo de cotilleo en solanas, más que escándalo Y como la enfermedad es bíblicamente consecuencia del pecado, y Antonia no dejaba de ser una intrusa en el pueblo donde habían establecidas ciertas costumbres.(4)
Por otra parte, Don Manuel Roa, el cura, tenía que cumplir con sus obligaciones, que estaban en las disposiciones sinodales del obispado
“Detestable y nocivo siempre el pecado, lo es aún más cuando se sigue escándalo, porque esto puede ser causa de la condenación de muchas almas. Estén los Párrocos muy vigilantes, y si en sus feligresías, por concubinato o de cualquier otro modo hubiera algún escándalo, procuren con toda diligencia extirparlo, dando cuenta al Prelado si los medios por ellos empleados no dieren resultado.”
Sin duda que los guardias civiles y el médico presionaron al cura para que ayudara a morir cristianamente a Antonia. Entendemos que se buscó la mejor solución. Se le dio sepultura cristiana en el cementerio el 31 de enero de 1876. Por petición de los guardias civiles se celebró una misa de entierro.
El cura Don Manuel Roa puso en el asiento del libro de los difuntos:
” Y para que conste (...), la presente con las circunstancias especiales y procedieron y acompañaron para que conste la reparación pública del escándalo como constaba la publicidad del pecado, y porque así lo manda el Ilustrísimo prelado en contestación a una consulta que le supliqué al efecto, todo lo que firmo fecha ut supra”. (La fecha es la misma del día del entierro: demasiado de rápido se hizo todo para aquella época)
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NOTAS AMPLIATORIAS
1) Desconocemos los nombres de los guardias civiles de este cuartel, que fueron muchos. Sabemos de algunos: Valentín Méndez Gonzalo (de Salvador de Morera , Lugo), que residía en Valdealvillo hacia 1868; Julián Manrique de Berlanga. Antonio Manrique, de Osma (1861). Juan Higinio Fernández , de Alcaracejos (Córdoba), comandante y cabo 1º (1863). Domingo Aroz(1866), de Agreda, su mujer Regula García”ocasiono su muerte una fiebre de resultados del laborioso parto”. Lino Serrano, de Zayas de Torres (1876). Pedro Mata Castillo (del Burgo) (1868). Idelfonso Morón y Salvador Gil, de Velilla (1870). José González brigada, de Villanueva de las Manzanas (León). Alonso Menéndez (1874), de Caladres (Oviedo). Felipe Rodríguez (1876) . Juan Miguel Ortega (1880) de Herreros. Pedro Miguel (1882) de San Leonardo; Ignacio Barrio (1882) de Quemada (Burgos); Pedro de Miguel Rupérez; Juan Guerra (1860) del Royo y Eusebio Miguel (de Muriel). El cuartel de Calatañazor coexistió con el Valdealvillo hasta la República. Algunos de estos guardias civiles participaron en la extinción del incendio de la Venta. (Conocemos el nombre de muchos más)2) Durante el Sexenio Democrático, y basándose en la Constitución de 1868 donde se declaraba la libertad de culto, exactamente en 1870, se promulgó la “Ley de matrimonio Civil”, como único matrimonio. Con la Restauración Borbónica, a partir de 1875, la se consideró excepcional, siempre que los contrayentes no profesaran la fe católica. Todo coetaneo con la historia que contamos.3) La escuela y el patio estaban junto al cuartel de la Guardia Civil. En Calatañazor hubo escuela desde antiguo. Ramón Vela, era sacristán y maestro de primeras letras en 1793, casado con Isabel Gómez, de Cantalucia. Maestros fueron: Andrés Verde (1820) Eugenio Verde (1853) que era de Abioncillo; ambos eran sacristanes.4) El médico Urbano López, médico titular murió el 6 de febrero de 1877, era de Torralba del Burgo y estaba casado con Manuela Canal, de Madrid. Tenían un hijo llamando Manuel López Canal. Compró juntamente con Benito Sanz, de Madrid, el carrascal de Nódalo y otros bienes eclesiásticos.5) Otro caso: Cayetano López, fallecido el 30 de agosto de 1879, de Calatañazor, casado con María Nafría, muere a los 23 años , se tuvo que consultar con el obispo “porque no había cumplido con el precepto pascual de este año y del anterior próximo pasado, por lo cual antes de dar sepultura eclesiástica, se puso el caso en conocimiento del señor provisor y vicario General del obispado, y se pasó a dar sepultura previo mandato del mismo señor y sin perjuicio de hacer información sobre su vida” “fue declarado digno de sepultura eclesiástica” por el oficio recibido el 24 de septiembre de 1879” (un mes después)
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Blacos, a 20 de junio de 2025
Serafín Pérez García
serafin.perez.2014@gmail.com