No conocemos en el término municipal de Blacos, ningún enterramiento antiguo. Lo más cercano es la necrópolis celtibérica de La Mercadera, con casi un ciento de enterramientos. En el término municipales aparecieron restos óseos frente el refugio del rio Avión, que pudieran ser medievales, cuando se estaba haciendo el nuevo camino
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Heraldo de Soria 8/11/2002 |
Es estos apuntes no pretendo hacer un estudio de etnografía sino describir donde se ha enterrado a nuestros antepasados y señalar alguna pequeña costumbre.
Los primeros cementerios (1):
Los primeros enterramientos se hicieron en el siglo XII dentro de las iglesias, en perfecta cuadrícula. Pero en el siglo XIII, las Partidas (2) establecen, y suponemos que por salubridad, enterrar alrededor de la iglesia ( concretamente doce pasos). Este espacio debía estar señalado con piedras o bien cercado con un muro. (3) Los obispos consagraban el cementerio que pasa a formar parte de la iglesia (son lugares inviolables).
A partir del siglo XVI, se empieza a enterrar en el interior de la iglesia. Para ello fue necesario previamente ampliar la nave, y marcar las sepulturas, en cuadricula, y tablear el suelo, para mantenerlo llano y duro. A cada línea de enterramientos paralelos al altar mayor se le llama “grada”. Se reserva la parte trasera, el pie de la iglesia, para enterramientos de párvulos (niños de menos de siete años) y pobres. Las sepulturas más cercanas a la capilla mayor eran de mayor categoría (curas y personas destacadas). Los pies del difunto siempre lo más cerca del altar mayor.
Don Pascual del Castillo Yagüe, cura que era de Almazul, y estuvo de
párroco de 1808-1810, está enterrado en la primera grada. Francisco
Regaña (+2/10/1825), presbítero capellán
de la iglesia de Osma, también. El párroco Tomás
L (+18/3/1830), religioso de la inclusa de Madrid, que había traído un niño
para una familia del pueblo.
También se enterró en la ermita (construida en 1744) simultáneamente con la iglesia. El primer enterramiento que conocemos es de Micaela Escribano, soltera (+6/10/ 1821) “Se hizo misa y allí se enterró”. La siguiente es Cristina Escribano (primera grada) Según el Libro de Difuntos todos los apuntes que le siguen están en primera grada. Tenemos conocimiento de enterramientos hasta la cuarta grada y enterramientos después de 1833.
En el siglo XVIII, los políticos plantean la conveniencia, por problemas de salud derivado de las epidemias, el enterrar fuera de las poblaciones. (4) Aunque se obligaba a construir cementerios, se seguía enterrando en las iglesias, por tradición, y porque la gente creían tener más protección celestial, aparte de estar junto a sus antepasados. En 1804 se prohibió nuevamente, pero la Guerra de Independencia retrasó todo. El cementerio debería estar fuera del pueblo y en un lugar saneado y que los vientos dominantes no fueran hacia el pueblo. El cementerio debías ser capaz de enterrar a todos los difuntos y no romper sepultura en cinco años. Podía haber terreno reservado para párvulos y para los clérigos. El lugar tenía que tener un muro de cerramiento de dos metros de altura para protegerlo de la profanación y de los animales.
El cementerio nuevo:
“Al N.O. de la población se halla el cementerio, en un paraje que en nada ofende a la salubridad pública” (Diccionario de Madoz 1846-1851).
Definitivamente, y a causa del cólera morbo, salió una ley en 1833 (5) que obligó a los regidores provinciales y a los alcaldes a velar por el cumplimiento de la ley. Debían enterrar en los cementerios ya construidos y prohibía enterrar dentro de las iglesias. En Blacos el nuevo cementerio lo construye el Ayuntamientos con dineros de los propios y suponemos que con alguna aportación de feligreses, en un solar que no sabemos si era municipal, comprado o donado. Estaba a la orilla del pueblo. La custodia la tenía el párroco y el mantenimiento era del Ayuntamiento.
Ocurrió que tuvieron que enterrar a la puerta de la iglesia (lo que fue el cementerio de la iglesia) por no tener no tener acabado el nuevo camposanto.
El 7 de septiembre de 1833 se entierra a un
párvulo llamado Roque, en el
cementerio de la parroquia, por no
tener habilitado el campo santo de la parroquia. Se entierra a
la entrada, a la derecha de la puerta. El
10 de septiembre Bernabé de la Fuente también se entierra en el “cementerio del pueblo” a
la entrada de la iglesia.
El cementerio municipal fue consagrado por el Rito Romano. Esta tarea era función del obispo, pero pudo hacerlo, por delegación, el párroco. Se hacía de la siguiente manera:
La víspera al día de la bendición del cementerio, se ponía una cruz de madera de la estatura de un hombre, en el centro del cementerio (o al fondo como en éste) y se colocaba delante un candelero con tres luces. El día de la bendición se encendían, y se hacía un rito con unas oraciones determinadas y unos arrodillamientos, y se colocaba una lámpara encendidas encima de la cruz, y las otras dos en los brazos; todo acompañado de agua purificadora e incienso.
Synforosa Romera, de 16 años, pobre y soltera fue la primera enterrada en el nuevo campo santo (28/11/1833). La segunda fue Sinforosa Gonzalo, también pobre (4/12/1833). La tercera Simona Fernández, criada del cura. El 12 de diciembre se entierra a otro niño traído de la inclusa que se llamaba José.
Destacar que de septiembre a diciembre de 1833, mueren seis personas.
El primer cura enterrado fue Anselmo Gañán (8/8/1834), en la primera grada.
En el cementerio había un apartado, que era según se entra a la izquierda, para el entierro de párvulos. Desconocemos, si hubo apartado, con muro elevado, para los entierros de los excluidos por los cánones católicos. También había otro corralito para los no bautizados, llamado Limbo (6).
El cementerio era mucho más pequeño, quizás la mitad que el actual. En los muros se puede observar al falla de la ampliación. Desconocemos cuándo y como se hizo.
Con cálculos que he realizado entre 1838 y 1843, cada grada tenía 8 y 12 sepulturas. Supongo que respetando los cinco años, en algunos momentos no se enterrara en orden ya que existen diferentes precios según la grada que se ocupa. Posteriormente y una vez ampliado el cementerio se siguiera enterrando en el lugar que te correspondiera por orden.
Desconocemos el número de enterramientos en estos 188 años, y con la gran mortalidad infantil que había, según mis cálculos estarían entre las 900-950 personas.
Soy de la creencia que la primera grada estaba al fondo y la de niños a la entrada, a la izquierda, y por tradición todas las sepulturas miraban a la cruz que también estaba al fondo. Había cinco gradas.
Los primeros enterramientos tuvieron que suponer mucho dolor para las familias, acostumbrados a tener a sus antepasados en la iglesia. Sabemos que los obispos dieron ordenes a los párrocos para que mentalizasen a los feligreses que todo era mejor por salud y porque se les podría visitar más a menudo. Realmente la gente pensaba que cuanto más cerca de la capilla mayor de la iglesia, antes resucitaban.
La titularidad:
El cementerio, aunque lo hizo el pueblo, al ser consagrado tomó la titularidad la iglesia, y solo se podía enterrar según el derecho canónico. Se consideraba una vez consagrado, bien inalienable de la iglesia. La llave la tenía el párroco. La Real Orden de 18 marzo de 1861 reconocía que los párrocos tuvieran las llaves, aunque el cementerio lo hubiera hecho el Ayuntamiento. Posteriormente otra normativa obligaba a tener dos llaves, una para el cura y otra para el Ayuntamiento. Sabemos por el libro de los difuntos de 1852, lo que valía enterrar en cada grada. La primera grada estaba junto a la cruz.
1ª GRADA: 24 reales de vellón
2ª GRADA: 22 r v
3ª GRADA: 20 r v
4ª GRADA: 18 r v
5ª GRADA: 16 r v
Niños pequeños 2 reales de vellón
Niños mayores 3 reales de vellón
El cementerio se municipalizó en 1932. “Los cementerios serán comunes a todos los ciudadanos, sin diferencia confesional. Y se pondrá CEMENTERIO MUNICIPAL en la portada". Después de la Guerra Civil, vuelve otra vez a la Iglesia. Sabemos que se han vendido sepulturas a particulares, bajo la forma de limosna y no de lucro. Actualmente lo administra el Ayuntamiento.
Las costumbres:
En 1865, se prohibió por otro brote de cólera realizar entierros de cuerpo presente. Generalmente los entierros no se hacían de cuerpo presente.
No todo el mundo tenía ataúd, por lo que había unas parihuelas palos horizontales con caja abierta) que se devolvía al final del entierro a la Iglesia. Estas parihuelas, con su mantón se colocaban cerca del altar mayor el día de los difuntos. Los cadáveres no lo trasportaba los familiares sino los cofrades, bien de la Vera Cruz , San Acacio, etc. (Yo fui cofrade, pues mi padre me apunto de chico y tuve turno de azadonero, para hacer el hoyo y tañedor para tocar a clamores). Estas cofradías, de las que ya hablaremos, eran encargadas de velar a los enfermos de gravedad, asistir a los entierros y al funeral portando las velas y la cruz. También se hacía cargo de los pobres, mendigos, transeúntes. El cadáver salía de casa con los pies hacia adelante, y si era niño o sacerdote salía primero la cabeza. Las mujeres solían quedarse en casa acompañando a las mujeres familiares el difunto donde se rezaba.
Encima de las sepulturas de la iglesia, los familiares colocaban los hacheros, que eran los artilugios de madera para colocar velas, y las mujeres colocaban los reclinatorios sobre sus seres queridos. Esto era parte del "añal", y tenía un coste: limosna de una media de trigo anual. Se podía poner una tela encima de la sepultura, y el sacerdote al finalizar la misa se acercaba a la tumba a rezar un responso y la familia daba una limosna.
Desde 1600 había la costumbre, tras la muerte de un feligrés, llevar al cura en pocos días, el testamento por si había donación a la Iglesia o encargos de misa (la urgencia era porque se podía estar en el purgatorio sufriendo, pudiendo haber hecho antes las misas).
A los moribundos se les ponía crucifijos, velas y escapularios y se le daba el sacramento de la extremaunción (viatico o santolio). Se hacían otras costumbres como poner unas tijeras abiertas o un plato de sal sobre el vientre del difunto para que no se inflamara. Si alguien estaba agonizando para el hombre se tocaban 12 campanadas y para las mujeres 11. De esto ya no nos acordamos nadie.
Cuando alguien moría se tocaban a clamores con diferente rito o número de campanadas según fuera hombre o mujer.
El cura recibía a la comitiva con el difunto en la puerta de la iglesia, hacia las oraciones pertinentes, y se llevaba al muerto al cementerio, una vez inhumado, se hacía la misa funeral. Esto se realizó así hasta el Concilio Vaticano II (1965).
El luto solía ser riguroso durante un año y acababa con la misa del aniversario. Las mujeres se vestían de negro, que muchas veces ya era permanentes porque había familiares que morían, niños…
Los difuntos solían dejar una “manda” (7) o carpeta, con indicaciones; lo normal era el “añal”, misa en la ermita y responsos. Lo normal en los entierros era “oblación y candela”, misa de cuerpo presente (si se podía) o sin presencia, con incienso o sin incienso, y responso dominical. Esta rogativa era de un “pater noster” por cada difunto y por un año o dos, que costaba una media de trigo al año.
Se fundaban aniversarios perpetuos, como lo hizo María de Soria el13 junio de 1794, puso carpeta, a costa de la renta de unas tierras debajo de la ermita, de dos medias y cuarto de celemín de sembradura.
Mandas curiosas del Libro de Difuntos entre 1792-1834:
Gabriel Pérez (+ 24/2/1793) Enterrada en la 2ª grada. No hizo testamento, pero su mujer dispuso:
Entierro con oblación y candela
Misa cuerpo presente
Novena cantada con sus novenarios
Dos oficios dobles de fin de novena y fin de año
Otro oficio por su alma y obligación de otro, por sus padres, otro por su suegro, otra por las benditas almas del purgatorio.
Una misa en cada altar de la iglesia de la parroquia y otra en la ermita de Valverde, otra a San Antonio, otra a la virgen del Nuestra Señora del Carmen, otra a San Saturio, otra por las penitencias mal cumplidas, dos misas a San Francisco de Berlanga,
Cuarterón de añal.
Francisca García, mujer de Vicente Ballano, (+21/4/ 1795) enterrada en la 1ª grada.
Además de lo que era normal:
En el testamento deja para hacer una misa al licenciado Pedro Blanco y Francisco Nieto (fundadores de vínculos y mayorazgos, que la difunta gozaba)
Sigue la costumbre de hacer dos misas en la ermita de Valverde
Misa a la Virgen del Castillo de Calatañazor
Otra a la Reina de los Ángeles
20 misas realizadas en el convento de San Francisco
6 en Nuestra Señora del Carmen
Cuatro luces sobre su sepultura, las dos hacheros, en total ocho luces (hachas).
Leona Origüén (+ 16-12-1819) Entre otras cosas deja:
Misa a san Juan de Berlanga
Al convento de San Agustín de Calatayud
Al Carmen del Burgo
Para los pobres pan y vino el día del entierro
Para la Virgen de los Dolores una tierra en el Nogal de dos medias y dos celemines de siembra, para siempre jamás, (linda por el norte con una de un capellán de las Cuevas)
Una mantilla de paño fino,
La mejor medalla de plata que tenía y escapularios para el cristo.
Dos almohada buenas, con sus pañuelos, cintas, adornos, …para que lo pongan el día de Jueves Santo
Y la asistencia para su hermana Felipa Origüén
Funda un aniversario perpetuo, de 5 rv cada uno sobre dos tierras de pan llevar, una en la Huerta la Juana, y otro en el Hoyo de la Torre.
Sabina Nafra (enterrada en la1ª grada) Deja una fanega de trigo para los seis más pobres del pueblo, a dos celemines cada uno y, si no es de buen trigo se les dé el importe.
Se solían dejar tierras para que se hicieran misas y oraciones en las plegarias.
En los Libros de Difuntos se apuntaban cuando eran sepultados, sin poner edad, pues no se sabía con certeza, ni la casusa de la muerte y lo que mandaba para la salvación de su alma. A mediados del siglo XIX se obliga al cura a informar al Ayuntamiento los datos de los finados para incluirlos en Registro Civil. Desconozco todavía la fecha de su apertura, aunque una ley de 1823 ya obligaba a los Ayuntamientos a hacer padrón, registro civil de nacidos y fallecidos con su causa, y casamientos; y había que enviarlos a la Diputación
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NOTAS ACLARATORIAS:
(1) Cementerio: lugar de dormir, dormitorio, lugar de descanso. El nombre del recinto ha sido nombrado de varias maneras: cementerio de la iglesia (enterramientos interiores), campo santo de la iglesia (enterramientos que la rodean) cementerio católico, camposanto de la parroquia o del pueblo(cementerio bendecido de propiedad municipal), cementerio municipal (nombre actual y de la segunda República)
(2) En Las Partidas, en el título XIII. Alfonso x prohibió enterrar en el interior, exceptuando a personas de calidad.
(3) Un cura en el enterramiento de un niño, lo hace en la derecha de la puerta y lo llama “camposanto de la iglesia”. Entendemos que el cementerio estaba entonces en el interior. Se sabía que había enterramiento en la parte delantera, lo que hoy es el patio.
El niño se llamaba Justo, lo habían traído para José Ballano, pero falleció poco después, el 7 de abril.
(4) En La Real Cédula de 1787, Carlos III por salud pública obligó a construir cementerios fuera del pueblo, que debía estar en lugar fresco y ventilado y si era posible en lugares cercanos a una ermita.
(5) Real Orden del 2 de junio de 1833
(6) Los no bautizados se enteraban sin eucaristía, y sin los ritos de los funerales (rito de la luz, de la cruz, bendición del cuerpo, incensación). No podían ser enterrados en suelo sagrado, suicidas, excomulgados, pecadores públicos, y los quemados. Los quemados que lo hacían a propósito, por ir contra la Iglesia. (Actualmente se permite si las cenizas quedan recogidas) En algunos lugares se resolvió este problema bien en los corralitos del cementerio, donde se suponía por estar cercado no había llegado la bendición, o enterrados a más profundidad porque hasta allí tampoco había llegado la bendición. Eso sí sin rito católico.
(7) Memorias: dejar bienes a la iglesia, u obligar a herederos a hacer misas. (Durante el siglo XIX se fueron perdiendo progresivamente)
.... atención: habia capellania de Matías Nieto, s 18, diezmaba 276 rv.
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Blacos, 10 de abril de 2022, Domingo de Ramos
Serafín Pérez García
serafin.perez.2014@gmail.com